
Con los años uno se da cuenta que lo mejor que queda son aquellos buenos momentos vividos y disfrutados con pasión, dejando atrás otros que van cicatrizando, bien o mal, pero que al fin y al cabo intentamos que no sean la máxima preocupación de nuestra vida, siempre la vista al frente; pienso que con el tiempo, que corre empujandonos hacia el futuro, mi manera de ver y vivir las cosas han ido cambiando, y ahora sumergido en un mar de placeres y alegrías vitales, me siento realmente a gusto, con más edad, pero con mayor bienestar.
El día del aniversario de mi llegada al mundo, estuvo plagado de encuentros con familiares y amigos, dispuestos por turnos se dieron cita frente a mis patas de gallo, para participar de este día, sin tarta, pero con bombones y mucho calor humano. La noche, con los perros rabiosos cubriendo mis partes nobles, regalo de un gatito que vino desde allá, se movió entre musculaturas adoquinadas , tatoos cubrientes , copas con pajitas toca nalgas, cotorras saltonas y ositos estáticos, barras de bomberos con teenagers y como no, previamente la cena, en donde el tomate se te mete por los ojos y el sabor se te queda en las encías, con la eterna Aldonza de los Chicos, y su tontería de mujer tocada por la mano de la menopausia indefinida, eso sí con más firmeza en los senos, y el jaramandinga (según Divan) entre fogones, con la mirada extraviada como siempre.
Lo mejor es que entre ese vaivén de personajes indispensables de mi vida, entrando y saliendo por todas y cada una de las habitaciones de mi casa, manoseando mi intimidad, en un día permitido, estaba mi Chirlina, siempre atenta a que no faltara de nada, a ser amable y adorable como solo ella sabe serlo, a veces también muy en ebullición, pero dando la bienvenida y la despedida a los invitados como cautivadora anfitriona, dama de la cortesía y el protocolo, y más tarde la otra musa de estas historias blogeras, la Pitina, que me regaló con su presencia unos regalos llenos de esencia, musical y olfativa, y que contagiada por el entusiasmo y bajando la guardia se dejó abrazar, no todo el mundo lo consigue, solo los más privilegiados.
Llegada la alta madrugada, y humeando el ambiente antes del sueño, frente a los movimientos convulsivos de unas aspirantes televisivas a sex models, de culito prieto y tez con interferencias, solamente faltó, y por hacer honor a la visión verde que los años te regala, el postre de mis mosqueteras, uno de fresa y otro de chocolate, adornados con una guinda encapuchada y aderezado con un poco de bienmesabe, (la nata ya tocó a otros o a ¿otras?) para que la fantasía de la noche culminara entre la felicidad, el alcohol y la pérdida inmediata de conciencia sobre el sofá, y es que cuando se llega a una edad se saborea mejor lo comestible e imprevisible de la vida. Las nenas son adorables, me tienen tan mimado, que es imposible no desear estar siempre juntitos los tres, uno para todos y todos por las noches a dormir a su casas.
Yo no se tú pero yo después de mucho tiempo fumé, un pitillo eso sí, casi sin que el humo tocara mi garganta eso sí, y tras haber creado un falsa expectativa, no caté el que se lia y te lia, a pesar de haber amenazado con hacerlo en una futura acampada, ahora debo confesar que fue la primera falsa promesa de mi nueva edad, y ya saben esas son mis cosillas.
Gracias a todos los que estuvieron conmigo y siguen estandolo, llenandome la vida y dejando que yo también merodeé por la suya. Y no puedo olvidar que el mismo en que yo renovaba mi edad, era también el cumpleaños de mi gran idolatrada Maria Callas, cosas del destino.
Les quiere ErPep